Ibon Iribarren, CEO y cofundador de LINQ
Desde su nacimiento, en 2018, la startup LINQ ha crecido de manera ininterrumpida. El proyecto, impulsado por cuatro emprendedores, se ha convertido en una empresa referente especializada en la innovadora tecnología conocida como ‘Inspección No Destructiva electromagnética’ de piezas industriales. Algo que solo realizan unas pocas compañías en el mundo.
LINQ ha abordado desde sus comienzos su propio proceso de internacionalización con acciones comerciales tanto en Europa como en USA y México.
Este mismo 2022, ha recibido financiación por valor de 1,2 millones de euros, además de resultar ganadora del premio EmprendeXXI. En esta ocasión dedicamos la entrevista precisamente al emprendedor Ibon Iribarren, CEO y cofundador de LINQ, para conversar sobre las claves de su emprendimiento y conocer de primera mano la aportación de valor de su empresa a la industria.
Pregunta – ¿Qué son los ‘Ensayos No Destructivos’ y por qué son tendencia en la Industria?
Respuesta.- En su significado más amplio un ensayo no destructivo es cualquier medición de un componente que permite la inspección de una pieza industrial sin destruirla en el proceso. La medición dimensional o la visión artificial entrarían en este grupo.
LINQ presenta una alternativa que deja intacta la pieza, no la destruye con las consiguientes ventajas económicas para las empresas y también para el medio ambiente. Muy a menudo, y en nuestro caso también es así, se utilizan para el control de calidad de piezas y procesos que no se pueden ver a simple vista.
Nos centramos en procesos “sub-superficiales” en piezas metálicas. Es decir, operaciones como un temple, o una estampación, modifican las propiedades mecánicas de un componente, por ejemplo, su dureza; pero el efecto que se produce no es visible. Así que, hasta ahora, para su control se hacía un control estadístico: se toma una pieza de un lote, se corta, se analiza bajo la superficie y tras el control, se tira a la basura, porque la pieza ya no sirve.
LINQ fabrica máquinas y sensores de inspección que magnetizan la pieza. Cuando imantas una pieza metálica, esta devuelve una señal. Con nuestros sensores la leemos, la analizamos y la “traducimos” a la propiedad mecánica que queremos controlar.
Se prevé que el mercado de la inspección no destructiva crezca a una tasa anual superior al 12% hasta 2028. Y uno de los motivos para esta explosión es que la tecnología por fin es apta para un consumo industrial.
P. – ¿Qué beneficios tiene para las empresas la aplicación de vuestra tecnología? ¿En qué sectores se puede aplicar?
R.- Yo mencionaría cuatro grandes beneficios. El primero es la velocidad. Un ensayo destructivo sobre una pieza metálica industrial es complicado y lleva de media entre 2 y 8 horas dependiendo del componente. Nuestra medición es inmediata. El operario detecta una pieza mala en cuestión de segundos y puede reaccionar rápidamente al error.
El segundo es el propio coste del control de calidad. Nos encontramos casos en los que el achatarramiento de las piezas y las horas en el laboratorio llevan el coste de la inspección destructiva a 200.000 – 250.000 EUR al año. Sin haber producido una pieza mala, solo por el propio control.
En tercer lugar está la seguridad que aporta nuestro sistema. Los ensayos destructivos obligan a elegir: si se controlan muchas piezas, por ejemplo, una al turno, el coste de la inspección sube. Si se controlan pocas piezas, por ejemplo, una a la semana, el día que se produzca un accidente, el coste será altísimo. Y los accidentes ocurren. Hemos llegado a conocer casos en los que un fabricante tuvo que hacer un recall de motores de toda una semana y que había enviado a otras plantas cuando se descubrió un fallo.
Con nuestro sistema el fabricante industrial decide verificar el 100% o quizás solo una a la hora. Pero la dimensión de posibles accidentes está mucho más acotada que hasta ahora. Y la última ventaja sería medioambiental. Podemos ahorrar el achatarramiento de unas 16 toneladas de metal al año, que producen alrededor de 30 Tn de CO2 equivalente.
P. – ¿Cómo nace vuestro proyecto y cómo os lanzáis a emprender? ¿Qué valor aporta al mercado vuestro trabajo?
R.- En 2018 tuvimos la fortuna de toparnos con el centro tecnológico CEIT, quien había desarrollado la tecnología electromagnética inicialmente. CEIT hizo una reflexión muy sencilla: muchos proyectos tecnológicos mueren en la orilla por no encontrar el mecanismo para dar el último paso en su industrialización.
En ese momento, yo había decidido hacer un cambio profesional y cuando descubrí la tecnología enseguida intuí su enorme potencial. Al poco cerramos un acuerdo y se unieron mis tres compañeros promotores. Las conversaciones para formar la compañía fueron muy rápidas, porque ambas partes nos complementábamos perfectamente.
En cuanto al valor que aportamos, yo creo humildemente que proyectos como el de LINQ merecen la pena porque ayudan a que la industria sea más sostenible. Pensemos que solo la industria manufacturera europea genera todos los años más de 26 millones de toneladas de chatarra de metales férricos. Hacen falta muchas iniciativas que ayuden a reducir esta cifra.
P. – ¿Consideras que el ecosistema emprendedor en Euskadi es útil a los a las personas que emprenden?
R. Nosotros estamos enmarcados en un ámbito muy concreto, el emprendimiento tecnológico. Y en este campo yo diría que sí. Hay multitud de iniciativas, ayudas económicas y distintas mentorías que, bien aprovechadas, pueden ayudar a los emprendedores. Dicho esto, siempre hay áreas de mejora.
Nuestra empresa se llama LINQ porque entendíamos que podemos ser el eslabón que conecte tecnología puntera con entornos tan exigentes como el industrial. Y, aunque el número de proyectos va creciendo, creo que el territorio tiene que seguir fomentando la transferencia tecnológica para generar startups con mucho potencial. La tecnología en absoluto da garantías de éxito a una empresa, pero puestos a elegir, mejor empezar un proyecto con una ventaja competitiva. Pero en términos generales, yo soy optimista. Creo que vamos por buen camino.
P. – ¿Qué recomendación darías a una persona que quiere emprender?
R.- La pregunta del millón. Que se lo piense… Cada persona y cada proyecto es un mundo, pero quizás hay dos o tres puntos comunes que aplican a cualquier proyecto, sea del tipo que sea.
El primero es que no se enamore de una idea o de un producto. Las probabilidades son abrumadoramente que la empresa no va a triunfar con el primer producto que se visualizó. Así que hay que ser fríos para entender por dónde hay que ir modificando el planteamiento inicial.
El segundo, que tenga sumo cuidado con los socios que elije. Y diría más, que elija tan pocos socios como le sea posible para desarrollar la empresa. Yo tuve la suerte de tener unos socios alucinantes, con los que ya había hecho muchas cosas y muy guapas en mi empleo anterior. Pero esto no es lo habitual. Y las empresas se hunden antes por malos socios que por malas ideas.
El tercero, y quizás más importante, es que piense por qué quiere emprender. Si los motivos son solo del tipo, “no aguanto a mi jefe” o “me quiero forrar”, cuando vengan mal dadas el mundo se le va a caer encima. Y la única verdad inmutable en el emprendimiento es que van a venir mal dadas. En esos momentos, más le vale a esa persona recordar su motivación.
Dicho lo cual, si alguna persona está pensando en emprender y quiere hacerme alguna pregunta específica, que sepa que estoy encantado de darle mi opinión.
P. – Por último, ¿crees que la sociedad reconoce suficientemente el emprendimiento y su aportación?R.- Creo que es un tema cultural, y cuesta cambiar la cultura. Tradicionalmente, no creo que nuestra sociedad haya tenido un particular aprecio por el emprendimiento, cuando Euskadi es claramente una tierra de personas emprendedoras.
Quizás tiene relación con una manera de pensar bastantes instaladas en la sociedad: parecemos tener poca tolerancia al fracaso, y el emprendimiento tiene una tasa muy alta de defunciones prematuras. El paradigma contrario, simplificando, puede ser el norteamericano. En Estados Unidos se toma el fracaso con naturalidad, casi como un paso natural en el camino al éxito. Y creo que esta mentalidad es necesaria porque el emprendimiento es como las ventas, un juego de números: cuantos más proyectos salgan al mercado, más acabarán teniendo éxito.
Pero quiero creer que estos pensamientos son más bien cosas del pasado. En nuestra experiencia personal, desde que nos lanzamos a la piscina ha sido increíble la cantidad de gente que nos ha aplaudido y animado, simplemente por intentarlo. El calor de la gente no nos ha faltado.
Sobre Ibon Iribarren
Ibon Iribarren (Errenteria, 1975) es ingeniero industrial por Tecnun, la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Navarra. Desarrolló su carrera profesional durante 17 años en Etxetar, compañía dedicada a la fabricación de máquina- herramienta, en Elgoibar, donde fue director general adjunto.
Más tarde descubrió la tecnología del centro tecnológico, Ceit BRTA, que permite agilizar la verificación de algunos procesos de fabricación industrial, y fundó la empresa LINQ, ubicada en Donostia. En 2018 y, tras captar los primeros pedidos, logró en 2022 una financiación de 1,2 millones de euros. También en 2022 LINQ resultó ganadora del premio EmprendeXXI en el País Vasco, impulsados por CaixaBank, a través de DayOne, y están co-otorgados con ENISA-Empresa Nacional de Innovación, S.A.